¿Método de tratamiento o arma arrojadiza?

Junta Directiva de la Sección de Psicoterapia Psicoanalítica de la FEAP


 

Barcelona, 8 de junio de 2015

El día 27 de mayo en el programa ‘El intermedio’ de la Sexta fue entrevistado el Dr. Carlos Fernández del Ganso, quien se presentaba como psicoanalista del Grupo Cero, en relación al estado mental de una política. En sus declaraciones como especialista en Salud Mental, a las preguntas del entrevistador sobre la situación psicológica, las causas de los “anómalos comportamientos”, la posible evolución y el tratamiento que debería seguir dicha política, el entrevistado responde emitiendo un diagnóstico: “Síndrome de omnipotencia de las ideas”, “Enajenación mental fuerte”, “Estado de shock”, “Discurso delirante”, “Situaciones delirantes, psicotizantes”, “Es un caso flagrante”, aventura un pronóstico: “Van a seguir saliendo otras barbaridades semejantes a éstas” y recomienda un tratamiento: “Solicito a los asesores que inmediatamente pongan medidas”, “Hay diferentes tipos de tratamientos”, “Un psicoanalista que va a poder producir una interpretación”.

Diagnóstico, pronóstico e indicación terapéuticas son, todas ellas, actividades cotidianas en el desempeño profesional del psicoanalista. Dada la trascendencia y repercusión pública de unas declaraciones vertidas en un programa de gran audiencia, como miembros de la Junta de la Sección de Psicoterapia Psicoanalítica de Federación Española de Asociaciones de Psicoterapeutas (FEAP)[1], nos parece oportuno realizar las siguientes matizaciones.

El establecimiento de un diagnóstico es un proceso particularmente delicado y laborioso dentro de la actividad psicoterapéutica. Para llegar a él, un profesional suele tomarse varias sesiones en las que se focaliza no sólo en elementos objetivos como las conductas manifiestas y verbalizaciones, sino también, o incluso más especialmente, en los procesos de pensamiento, reacciones emocionales, modos de relación con el terapeuta u otras personas, que no son tan directamente observables. Esta compleja investigación de tan variados factores se desarrolla, además, teniendo en cuenta la historia vital del paciente: precisa indagar tanto en su presente como en su pasado. El diagnóstico psicoanalítico indudablemente va más allá de las conductas públicas y observables, las trasciende. Además, normalmente se trabaja con un diagnóstico provisional que se confirmará o revisará en distintos momentos del tratamiento.

Como norma general, se toman muchas precauciones antes de comunicar el diagnóstico al paciente. Se valora detenidamente los efectos positivos que ello puede proporcionar al paciente, pero sobre todo, se pone mucha atención a los riesgos que puede implicar, tratando de no olvidar que puede ser entendido por el paciente de diversas formas. Por ejemplo, el paciente puede pensar que la etiqueta diagnóstica le identifica: que él es esa enfermedad. En este sentido, puede codificarse como un juicio o una condena. Por ello, no es infrecuente que un psicoanálisis se desarrolle sin haber verbalizado un diagnóstico específico y concreto.

Pero sobre todo, el profesional es consciente de que la relación terapéutica está sujeta al secreto profesional, por lo que se abstiene de transmitir tanto el diagnóstico como el resto de información que maneja, a otras personas, sin el consentimiento explícito del paciente. Y desde luego, nunca utiliza tan delicada e íntima información para divertir o entretener a la audiencia.

Por otra parte, ningún diagnóstico es completo si no tiene en cuenta los aspectos sanos y maduros de la personalidad del paciente. Éstos han de evaluarse concienzudamente y ser tenidos muy en cuenta a lo largo de todo el tratamiento, especialmente en los momentos de máxima vulnerabilidad del proceso. El psicoanalista tiene siempre muy presente que trabaja con personas que merecen ser respetadas independientemente de su condición psicopatológica y no olvida nunca que, más allá de síntomas y síndromes, hay un ser humano único al que dedicamos todo nuestro compromiso profesional.

En lo que respecta al pronóstico, se mantienen idénticas actitudes de prudencia y cautela. Después de años de vigencia y constante investigación, los analistas pueden establecer previsiones con cierto grado de seguridad, como indica la extensa y considerable bibliografía al respecto, sin embargo, la buena praxis aconseja abstenerse de adelantar acontecimientos sobre los que no se tiene control alguno.

Abstención y neutralidad son dos principios que han guiado tradicionalmente la actividad psicoanalítica y se han constituido como característica diferencial frente a otros abordajes terapéuticos. La idea básica que los sustenta es que en el tratamiento, las ideas, las preferencias, los valores morales, los estéticos, la ideología política, nuestras actitudes religiosas o agnósticas se mantienen apartados del trabajo con el paciente, precisamente por respeto a las suyas y con objeto de no interferir, influir o condicionar. Por ello, se tiende a no manifestar las opiniones personales, lo que con frecuencia se confunde con distancia, hermetismo o incluso desdén, pero lo que mueve al analista es el compromiso de ofrecer al paciente un espacio de respeto y cuidado en el que pueda retomar su desarrollo interrumpido.

Por más que determinadas palabras, actos, sentimientos o incluso la propia personalidad del paciente provoquen en el psicoanalista emociones particulares e intensas, el profesional dedica tiempo y esfuerzo intelectual a ponderarlas. En la formación del psicoanalista se realizan distintos entrenamientos para esperar la aparición de estos prejuicios y poder discriminarlos de los otros juicios profesionales. Se trata de una tarea compleja y un aprendizaje continuo que desde los inicios del psicoanálisis hasta la actualidad se revisa e investiga en las asociaciones de psicoanalistas y se discute en los congresos profesionales.

Más allá de la formación, en lo que se refiere al analista experimentado, la investigación psicoanalítica en su ya larga historia ha ido generando y perfeccionando multitud de herramientas teórico-prácticas para abordar este tipo de situaciones. El análisis de la contratransferencia, la supervisión individual, grupal e institucional, serían sólo una pequeña muestra de ellas. Para el analista responsable, estas son herramientas de trabajo, carentes de ningún tipo de connotación y a las que recurre con absoluta normalidad en cuanto detecta su necesidad. De hecho, las distintas asociaciones profesionales psicoanalíticas las incluyen entre sus requisitos y comprueban que sus miembros las utilizan.

 Por último, es importante realizar una mención a Freud y a su idea de la asociación libre. Más de cien años después, los psicoanalistas siguen sorprendiéndose de la potencia y gran utilidad de este recurso. Su sencillez corre paralela a su eficacia. Visto desde otra perspectiva, un derecho fundamental de todo ser humano, el de la libre expresión, toma un lugar privilegiado en la consulta clínica y se propone como condición indispensable para el inicio del proceso analítico. Sin embargo, y por difícil que sea comprenderlo para algunos, dicho principio no se aplica al analista.

Vivimos momentos de cambio y de tensión social en los que la libertad de expresión y de información adquieren todavía un mayor valor, si cabe. Todos tenemos derecho a expresar y a modificar nuestras opiniones. Sin embargo confundir opiniones con actos profesionales puede ser irresponsable. En este caso, además, se transmite una imagen desfigurada del psicoanálisis, lo que supone abonar el campo de la distorsión y la manipulación. Esto es más grave aún cuando el mensaje se expresa a través de un medio público y llega a una parte extensa de la población. Y más grave aún porque atañe a un método psicoterapéutico al que recurren miles de personas. Se trata de la Salud Mental.

Notas:

[1] La FEAP es una institución no gubernamental y sin ánimo de lucro creada en 1992 para agrupar a la mayor parte de las asociaciones científico-profesionales de psicoterapeutas. Entre sus objetivos y finalidades destaca la definición de los requisitos y la experiencia necesarios para el desarrollo de una práctica profesional altamente cualificada, exigiendo a sus miembros esos mismos requisitos para ser acreditados.

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